Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.
Aristóteles
Nos enfadamos a menudo cuando nos sentimos atacados, cuando se nos critica, cuando juzgamos algún hecho hacia nuestra persona como algo injusto o nos sentimos amenazados, nosotros mismos o los nuestros.
Nuestra respuesta emocional ante cualquiera de estas situaciones suele ser irritación, frustración o rabia y su consecuencia conductual, en los casos en los que no se pueden gestionar de manera correcta esas emociones, es un ataque de ira.
La ira es una emoción que consiste en una pérdida de control, una respuesta que se suele dar de forma acumulativa y reactiva, fruto de pequeños enfados que no han podido resolverse. A veces somos como una olla a presión, vamos aguantando, aguantando hasta la que la olla explota, vertiendo sobre aquellos que nos rodean todo su contenido de sapos y culebras... y normalmente sobre aquellos que menos culpa tienen.
Según un estudio de la Asociación Americana de Psicología, en Occidente, un 60% de la población tienen accesos de ira ocasional, un 20% a menudo y otro 20% nunca.
¿Qué podemos hacer entonces antes de que una situación se nos vaya de las manos?
No es sencillo, y como casi todo, requiere un entrenamiento.
Un buen método para evitar una explosión o ataque de ira, es precisamente, el método IRA, que se resume en tres pasos:
-Identificar
-Relativizar
-Aplazar
1. Identificar. Podemos identificar y tomar conciencia de esta emoción a través de la respuesta corporal o física. Cuando nos enfadamos, empezamos a sentir que nos ponemos rojos, nos sube la temperatura, aumenta nuestro ritmo cardíaco y la respiración es mucho más rápida. En el momento que detectamos alguno de estos signos, debemos detenernos y controlar nuestra mente para que el enfado no tome las riendas y sobre todo controlar la palabra. Muchas personas no son violentas o agresivas en sus actos, pero sí lo son en lo que dicen y sobre todo, en la manera en que lo dicen.
Lo mejor es respirar profundamente y calmar la agitación para dejar espacio a pensamientos más útiles.
2. Relativizar. Tomar distancia, generar paciencia y dejar enfriar. Preguntarnos: realmente, lo que ha hecho esta persona , ¿es un ataque hacia mí ?¿ No crees que los demás tendrán cosas más importantes que hacer que dedicarse a amargarte la vida? Valorar la importancia del hecho objetivo y decidir si vale la pena enfadarnos. Una situación habitual en la que nos come la ira, podría ser cuando nos encontramos en un atasco, en el coche y llegamos tarde a aquella cita tan importante, nuestro ritmo cardíaco empieza acelerarse, notamos como poco a poco nos ponemos más y más agresivos y empezamos a gritar o insultar al de delante y a tocar el claxon, como si aquello fuera a hacer que los vehículos avanzaran antes .Y cuando llegamos a la oficina, al primero que se atreve a decirnos algo…Realmente, ¿vale la pena?
3. Aplazar. Una vez detectamos los signos corporales que nos dicen que podemos estallar en cualquier momento, lo mejor es, No actuar nunca bajo los efectos de la ira y poner nuestras emociones en cuarentena. No se trata de callarnos frente a un “ataque” para que el otro entienda que tiene razón, sino que debemos hacerle saber, manifestarle de forma asertiva, que aquello no nos gusta, pero que en este momento no estamos en situación de poderlo discutir.(está claro cuál de los tres pasos es el más complicado de llevar a cabo, ¿no?)
Actuar bajo los efectos de un ataque de ira tiene consecuencias para el que lo sufre y para el que lo recibe. El que lo sufre aumenta sus niveles de cortisol y repercute de forma negativa en todos sus órganos y sistemas (corazón, cerebro…) y para el que lo recibe es como si le echaran encima un cubo de agua sucia, dejándolo hecho un asco.
Como en la guerra, todo el mundo sale perdiendo.
“Domina tus palabras, domina tus pensamientos, no hagas daño a nadie. Sigue fielmente estas indicaciones y avanzarás en el camino de los sabios.”
Siddhartha Gautama(Buda)
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